Los mitos y la propaganda alimentaban los sueños y deseos de una vida mejor, las cartas de parientes y amigos invitaban a partir sin miedo, las fotografías de abundantes cosechas publicadas en los periódicos confirmaban la riqueza de las tierras lejanas. Sobre este terreno fértil se asentaban las promesas de los agentes de la emigración, que durante la llamada Gran Emigración, entre 1876 y 1915, alimentaron sueños y fantasías, sin explicar las dificultades del viaje y, sobre todo, de establecerse en tierras tan diferentes de las propias.
Una de las "técnicas" más comunes consistía en describir la "Merica" (tanto del Sur como del Norte) como un país de "Bengodi", una tierra rebosante de recursos y posibilidades para todos. ¿Si no era así, por qué dejar una vida precaria pero conocida por lugares desconocidos en tierras extranjeras?
En este ámbito, la instalación inmersiva propone el regreso al país de un "mericano", un emigrante de éxito que, una vez rico, vuelve al país presumiendo e ilustrando las ventajas de la emigración. La realidad que se habrían encontrado los emigrantes habría sido muy distinta.