Italiani Expat

¿Irse es una decisión o una necesidad? ¿Un país que deja marchar a sus hijos es un país abierto o sin visión?

El fenómeno de los jóvenes "expatriados" italianos no ha dejado de crecer desde hace 20 años. No se trata sólo de la "fuga de cerebros", ni de los emigrantes económicos que siempre han caracterizado la migración italiana. Se trata de cooperantes, migrantes "culturales" en busca de diferentes mentalidades y redes de relaciones de las que les ofrece la madre patria.

Ilaria Agostini vive en Argentina desde 2002. El primer impacto con el país de destino no fue el más fácil: "Llegué con una maleta muy pesada a Iguazú. Al llegar en autobús desde el aeropuerto al parque, tenía en frente de mí un larguísimo camino de tierra y barro rojo pegajoso, en el que me metí hasta las rodillas". Con el tiempo y el compromiso encontró su camino: hoy vive en Bariloche, es bióloga e investigadora. En Argentina conoció a su actual marido, Esteban, y tuvo a sus hijos Matilda y Francisco.

Elisabetta Caloi, en el Reino Unido desde 2014, ahora vive en Oxford, y es asistente editorial y profesora de música.

«Cuando estaba en la escuela primaria, el profesor nos hizo leer el poema de Rodari sobre los emigrantes: la maleta del emigrante no es grande, no pesa". Volvió a mi vida hace poco, cuando un amigo le regaló "Filastrocche in cielo e in terra" a mi hijo Renato. Le di una ojeada e inmediatamente encontré ese poema, y casi me puse a llorar... "Pero el corazón no, no lo traje, en la maleta no cabía: demasiado dolor en mi partida, más allá del mar no quiere venir. Permanece fiel como un perro a la tierra que no me da pan".

Raffaella Marongiu, que se marchó a Tailandia en 2005, vive ahora en Chiang Mai y es restauradora. "Tengo algunos amigos tailandeses a los que aprecio mucho y estoy segura de que ellos también me aprecian. Pero siempre me siento menos importante con respecto a sus amigas tailandesas, como si siempre me faltara algo. En este momento me siento como un extranjero dondequiera que vaya. Cuando voy a Cerdeña me digo: vuelvo a casa. Pero cuando salgo de allí hacia Chiang Mai me digo: me voy a casa. Siento que no pertenezco a ninguno de los dos lugares y que vivo en un limbo ajeno a ambos: es una sensación un tanto surrealista'.

Laura Ruggero, cooperante que se marchó a Sudamérica en 2014, regresó a Italia en 2018 y ahora vive en Turín. "Después de cuatro años y medio en Sudamérica, estaba en Colombia, decidí volver por dos razones, una sentimental y otra política. Echaba de menos los lugares, el Mediterráneo al atardecer. La razón política es el momento histórico de furia contra los migrantes, el aumento del racismo, la criminalización que encontraba en la prensa. Puesto que trabajaba para los migrantes al otro lado del mundo , me sentí obligada a volver para defender los derechos de los migrantes en mi propio país. También para demostrar que los italianos no eran todos iguales".

Ikenna Offor, ítalo-nigeriano que se marchó al Reino Unido en 2011, hoy vive en Londres y trabaja como Director de Expansión. "Inglaterra ve la diferencia cultural como un recurso, incluso en términos puramente capitalistas, no necesariamente en términos de solidaridad. Mi empresa contrata a gente de todo el mundo y este es uno de sus puntos de mayor fuerza que la hace competitiva. No hay ambivalencia y no nos sentimos inmersos en una búsqueda constante de nuestra identidad, porque aquí la identidad puede ser simplemente la suma de muchas experiencias de vida".

Testimonios recogidos en colaboración con el programa Expat de Rai Radio 3.